Andas erguida; y con el dolor que arde en tu piel. Los pies cortados, por tus finos talones, tus jóvenes dedos también. Y tus pechos, rajados y mutilados, aplastados para que quepan en el carcelario corsé.
Y una soga aprieta tus caderas, la soga enrojecida cual corona de espigas la corona que parece Cielo y Gloria.
Ostentando bellas y blancas sedas tornándose rojas y los altos tacones ruborizándose también.
Y vosotros, maestros de marcianas bellezas sois tan sólo asno, rata o mejor gusano que se arrastra gusano cobarde que no quiere llegar a volar gusano envidioso que necesita alumnas a las que empalar sus alas para nunca poder despegar.